En Sudamérica nunca hubo ni hay una izquierda uniforme

monizEntrevista al historiador Luiz Alberto Moniz Bandeira

– Ahora es Uruguay el que está transitando 5 años más de gobierno de la izquierda o progresista, antes lo fue Brasil con Lula, con otras particularidades, también Argentina, Ecuador, Venezuela y varios períodos de gobierno de la Concertación en Chile. ¿Pasaron los miedos o el tiempo político, del síndrome Allende?

– Los tiempos son otros, el contexto ha cambiado, acabó la Guerra Fría, el comunismo se desvaneció, y el único gobernante en América del Sur que intenta implantar el socialismo, el socialismo del siglo XXI, sin definir lo que es, es el presidente Hugo Chávez, Sin embargo, él sigue suministrando el petróleo (cerca del 15%) que los Estados Unidos diariamente necesitan de Venezuela, molesta a Washington con palabras y algunas actitudes, pero no ataca fundamentalmente sus intereses económicos (paga muy bien a los propietarios cuyas empresas estatiza) y no amenaza sus intereses políticos, geopolíticos y estratégicos, como hizo el gobierno de Salvador Allende. Dijo Hegel – y Marx lo citó – que la historia se repite, pero una vez como tragedia y otra como comedia.

– ¿La incidencia de los EE.UU. en los procesos políticos sudamericanos ha cambiado y por que?

– La incidencia de los Estados Unidos en estos procesos sudamericanos ha cambiado porque ellos vienen perdiendo progresivamente su hegemonía. Los Estados Unidos son una superpotencia enferma, deudora, que está sufriendo una esclerosis económica, dependiente de todo , como energía, manufacturas e incluso de capitales para financiar el consumo de su sociedad. A lo largo del siglo XXI declinará cada vez más. Por cierto, va a seguir como una gran potencia, pero ya no será más la potencia dominante en el sistema global capitalista. Su imperio aún puede durar algunas décadas más, pero el siglo XXI ya no será otro siglo americano como querían los neoconservadores y el presidente George W. Bush.

– Los organismo financieros y grupos de inversión financiera ahora en Uruguay y anteriormente en los países mencionados no se alarmaron ante la idea que se repitiera el triunfo de la izquierda. Por el contrario en algunos casos elogiaron los procesos de recuperación económica y de integración regional llevados adelante por estos países.

– Esta alarma es normal. Los organismos financieros e inversores son muy sensibles y nerviosos, temen siempre por su bolsillo. Pero después verán que Mujica, como presidente, hará un gobierno progresista, sin atacar sus intereses lo que sería un locura, si lo hiciera, sobre todo en un país pequeño como el Uruguay.

– ¿Es la izquierda que se adapta en sus proyectos y programas o es el capitalismo que se trasforma?

– Es lógico que el capitalismo, como todo en el mundo, siempre está en transformación. Nada queda parado en el tiempo. Naturalmente no hay y nunca hubo una izquierda uniforme. Siempre hubo y hay tendencias. Sin embargo actualmente los que pretenden mantener los dogmas stalinistas, trotskistas, como sectas religiosas bastante insignificantes, no tienen ningún peso político.
De cualquier manera, después del desplome de la Unión Soviética y del Bloque Socialista, gran parte de la izquierda comprendió que no puede implantar el socialismo cuando y donde quiera, que el capitalismo es un orden económico internacional y hay que desarrollar todas sus fuerzas productivas para que el socialismo pueda nacer desde sus entrañas. El bolchevismo, que tuvo un carácter eminentemente voluntarista, fue un fenómeno ruso y el nacional socialismo de Stalin no era viable económica y políticamente, aunque hubiese durado 70 años, debido a varios factores históricos, como la Segunda Guerra Mundial que le permitió anexar los países del Este Europeo a su espacio económico.
El socialismo, tal como fue experimentado en la Unión Soviética y en el Bloque Socialista, no fue el imaginado o idealizado por Marx, que nunca ha especulado sobre las formas específicas de la sociedad que habría de surgir del agotamiento histórico del modo de producción capitalista. Marx, con todo, no va a servir como paradigma para las tendencias de las izquierdas mientras ellas no comprendan que sus enseñanzas no son ni pueden ser consideradas directivas políticas para la actualidad, sino como método para comprender el carácter y el desarrollo histórico del capitalismo, como el único modo de producción que tuvo capacidad de expandirse mundialmente, promoviendo la división internacional del trabajo y creando el mercado mundial.

– En el caso de Uruguay fueron los líderes de los partidos tradicionales (Lacalle y Bordaberry) los que cuestionaron al Mercosur y los procesos de integración, levantaron la alarma de que si ganaba la izquierda no llegarían al país inversiones de capital etc.

– Lacalle no se da cuenta del momento internacional en que vivimos y Bordaberry, cuyo apellido recuerda a su padre, un gobernante cobarde, muñeco de los militares, no entiende de que al hacer ese tipo de afirmación demuestra no estar informado del proceso de desarrollo económico global. No perciben que ya no es viable la existencia de pequeñas economías, que las inversiones no van hacia un país como Uruguay, si se retira del Mercosur. Es necesario ser realista. Uruguay es un país con un diminuto e insignificante mercado interno y que solamente atraerá inversiones, capitales, si puede ofrecer un mercado más amplio, el mercado de Brasil y de Argentina, como miembro del Mercosur. Estos hombres no comprenden que los países tienden cada vez más a integrarse, para formar un mayor espacio económico, exactamente para que puedan competir en el mercado mundial con las grandes masas demográficas, geográficas y económicas como China, Estado Unidos, Unión Europea, Rusia, India y Brasil. Los países que no tienen suficiente fuerza de trabajo, materias primas y no pueden ofrecer un amplio mercado, compatible con una creciente escala de producción, no son viables, no están en condiciones de atraer inversiones ni de hacer una acumulación basada en el ahorro doméstico. Quedarán al margen, cada vez más empobrecidos, indigentes, como países parias. No es ese el destino que deseamos para el Uruguay, país donde viví y que mucho amo.

– ¿Se puede decir que hay una nueva izquierda distinta a la de la
década del 60 en Latinoamérica?

– Como he dicho, nunca hubo ni hay una izquierda uniforme. Hay varias tendencias, tanto que en la primera mitad de los años 1960 en Brasil los políticos se referían a las “izquierdas”. Pero las varias tendencias de izquierda que había en aquel tiempo, ya sea comunista, con sus variantes stalinista y trotskista, ya sea social-demócrata, prácticamente desaparecieron o están vía de extinción. Los que intentan mantener los dogmas leninistas son pequeñas sectas sin ninguna gravitación política. Quien piense y actúe como si aún estuviese en los años 1960 o 1970 simplemente se tornó obsoleto, porque todo ha cambiado. El río permanece, pero sus aguas corren y siguen fluyendo, razón por la cual Heráclito dijo que nadie entraba dos veces en el mismo río. Esta es la base de la dialéctica que inspiró a Hegel y a Marx. Coherencia no es mantenerse como en el pasado, sino exactamente evolucionar, acompañando las mutaciones de la historia. Las contradicciones y luchas sociales continúan, pero no son más como en el siglo XIX o primera mitad del siglo XX. La clase obrera, en los países industrializados, está dividida y ha disminuido. Su propio carácter cambió. No se la puede pensar como un agente histórico de la revolución social, según la doctrina de Marx y Engels, adaptada por Lenin a las condiciones atrasadas de Rusia, donde la imaginó aliada a los campesinos. La vigencia de Marx es fundamentalmente la actualidad del análisis que él hizo del capitalismo y de su rol en la evolución en la historia de la sociedad humana, apuntando al problema de su inestabilidad, manifestada por intermitentes erupciones de crisis económicas, que su desarrollo genera, con repercusiones sociales y políticas. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que Marx es para la ciencia económica y para la ciencia social como Newton lo es para la física.

– Si fuera así: ¿qué características tiene?

– No tiene características especificas. Todos estos gobernantes progresistas no son marxistas. Ninguno realmente conoce las enseñazas de Marx y ese problema es que, de modo general, las tendencias de izquierda ignoran lo que él estudió y escribió. Muchos militantes de izquierda, que se dicen marxistas, nunca leyeron las obras de Marx y Engels y de los que desarrollaron sus enseñanzas, tales como Rosa Luxemburgo, Kautsky y Bernstein, estos últimos tildados de reformistas y revisionistas, ni siquiera leyeron los escritos de Lenin, excepto, tal vez, algunos extractos sobre la revolución de 1917, o los citan como si fueran la Biblia. El profeta habló… dijo y esto es válido para la eternidad… Lo que hay es una gran indigencia teórica, porque la gran mayoría de los que se dicen de izquierda aún están bajo la inspiración del catecismo stalinista. Incluso los que se presentan como trotskistas, con raras excepciones, no saben que hacer con Trotsky, porque nunca han leído lo que él escribió y las terribles circunstancias en las que vivió y que condicionaron su comportamiento político. Y el hecho es que existe una gran asimetría entre el pensamiento de las tendencias de izquierda que, en América del Sur o incluso en México, imaginan un proletariado como clase revolucionaria, y el pensamiento de el proletariado real, existente, en los países industriales, desarrollado, en Europa y en los Estados Unidos.

– ¿Estas características son las que permitieron que se consolide la presencia de la izquierda en los gobiernos?

– Como dije, las tendencias de izquierda no presentan y no pueden presentar características uniformes, incluso porque los países donde dirigentes considerados progresistas están en el gobierno (no significa que tienen el poder) son muy distintos. Brasil, la mayor potencia industrial del hemisferio sur, es extremadamente diferente de Bolivia, país muy pobre y retrasado, con una gran mayoría de extracción indígena, y de Venezuela, un mono-productor de petróleo, prácticamente sin parque industrial y dependiente de importaciones, incluso de alimentos. El presidente Lula no puede tener, por lo tanto, características similares a las del presidente Evo Morales o del presidente Hugo Chávez. Las fuerzas sociales y políticas que los sostienen son muy distintas. Pero hay algo que los une: el mismo propósito de mejorar las condiciones de vida de sus pueblos y desarrollar económicamente a sus países.
En cuanto a la consolidación, lo que se puede decir es que, tanto el presidente Evo Morales como Hugo Chávez, solamente no enfrentan dificultades mayores para mantenerse en el gobierno, dentro de sociedades social y políticamente fracturadas, como Bolivia y Venezuela, porque en Brasil quien está en el gobierno es el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores. Es necesario, por consiguiente, mucha cautela para no avanzar más allá de las posibilidades materiales de sus países. No se debe olvidar que estos países, como todos los demás, están subordinados al mercado mundial, en el cual – quieran o no – están insertados y del cual dependen, y que el mercado mundial funciona bajo las leyes del capitalismo

– ¿Se terminó la época de las revoluciones armadas?

– Eso depende de qué tipo de revolución, de su carácter y de la región. De cualquier modo, en la introducción a la obra de Marx – Las luchas de clases en Francia – Engels, en 1895, escribió que “los obreros revolucionarios de los países latinos se habrían acostumbrados a ver en el derecho de sufragio una añagaza, un instrumento de engaño en manos del gobierno. En Alemania no ocurrió así. Ya el Manifiesto Comunista había proclamado la lucha por el sufragio universal, por la democracia,, como una de las primeras y más importantes tareas del proletariado militante”. En la extinta Unión Soviética, esta introducción de Engels no fue publicada integralmente porque lo que él escribió contrariaba el catecismo leninista, que Stalin presentaba como la teoría y la práctica de la revolución proletaria en el siglo XX. Fue en esa misma introducción que Engels señaló que “desde 1848, las condiciones se han hecho mucho más desfavorables para los combatientes civiles y mucho más ventajosas para las tropas”. Esta desventaja se debía al hecho de que, hasta 1848, era posible fabricarse la munición necesaria con pólvora y plomo. Pero, como observó Engels, esto se tornó cada vez más difícil, cada fusil requería un cartucho distinto y solo en un punto coincidían todos, en que son un producto complicado de la gran industria y que no pueden, por consiguiente, improvisarse, razón por la cual la mayoría de los fusiles era inútil si no se tenía la munición adecuada. El desarrollo de la tecnología militar – los pertrechos bélicos más sofisticados, los cañones de artillería fabricados por Krupp y los fusiles de retrocarga Comblain – impulsó la profesionalización de los soldados y modificó las formas y los métodos de guerra, con reflejos, por lo tanto, sobre las posibilidades de éxito de las revoluciones armadas, los levantamientos de barricadas, en los países industrializados. Si eso era cierto, en 1895, el notable desarrollo científico y tecnológico, que ocurrió en la segunda mitad del siglo XX y primera década del siglo XXI, ha superado el modelo de revolución, por medio de la insurrección armada del proletariado, en los países capitalistas, como las tendencias de extracción bolchevique imaginaban. Pero pueden ocurrir insurrecciones armadas en países de la periferia del sistema capitalista, los países atrasados, debido a factores diversos, por disputas políticas o instigadas por grupos económicos que buscan el control de fuentes de materias primas o para el consumo de los armamentos que las potencias capitalistas producen y ya no pueden usar contra sus rivales, como hasta la Segunda Guerra Mundial, porque los costos no justifican los beneficios. Lo que se ha formado desde entonces fue un cartel de las potencias capitalistas de Europa y Estados Unidos, al cual están asociados algunos países de Asia, para superar la posibilidad de guerras, que pasan así a darse en la periferia del sistema capitalista mundial, como Afganistán, Irak, Sudán y en otros países de Asia y África, incluso en América del Sur, como ocurre en Colombia. Es el ultra-imperialismo, que Kautsky previó,

– ¿Cual es objetivo de la ampliación de las bases americanas en Colombia? ¿Es combatir el narcotráfico como dicen?

– Aunque el gobierno de Estados Unidos haya presentado el combate al narcotráfico y al terrorismo para justificar la concesión anual de U$S 700 millones a Colombia, la mayor parte como asistencia militar, sus objetivos son diferentes, tanto económicos como políticos, geopolíticos y estratégicos. El combate contra el narcotráfico constituye, en realidad, un objetivo secundario y la intervención en Colombia, ya estaba prevista para el año 2000, por el gobierno del presidente Bill Clinton. La administración del presidente Bill Clinton, sin embargo, estaba dividida con respeto a la intervención en la guerra civil de Colombia, donde ya había 200 asesores militares norteamericanos, entrenando al ejército en la lucha contra las FARC, que con 17.000 guerrilleros controlaban grandes zonas del sur de Colombia y una zona en torno de Bogotá, mientras el ELN, con 5.000 efectivos, dominaba el territorio, al norte, lo que representaba aproximadamente el 40% del país. Algunos sectores temían que la asistencia militar resultase en la escalada del conflicto, como ocurriera en Vietnam, tanto que analistas políticos ya referían al desvanecimiento de las líneas entre la campaña contra las drogas y el combate a las guerrillas como una posible “Vietnamization” de la política norteamericana en Colombia. Con la administración en Washington dividida en dos tendencias y sin recibir el apoyo de Brasil, Venezuela y Panamá, el plan de intervención militar en Colombia fue aparentemente abandonado. Pero la ampliación de estas bases fue planeada hace mucho tiempo y esta es una forma ocupación disimulada de Colombia, como está ocurriendo en Irak y en Afganistán. Con las nuevas bases en Colombia, el Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, el propósito evidente es el de limitar al máximo la proyección política y militar de Brasil e implantar una cabeza de playa en la Amazonía. Pero la situación económica y financiera en los Estados Unidos es aún muy inestable y eso va a tener graves consecuencias políticas. El endeudamiento de Estados Unidos no puede continuar indefinidamente.
Hace poco tiempo, el ex presidente del Banco Central de Estados Unidos (Federal Reserve), Alan Greenspan, en una entrevista publicada por la agencia Bloomberg News, declaró que no estaba demasiado preocupado (“overly concerned”>/em>) con la devaluación del dólar, pero sí con los costos que tendrán los Estados Unidos, a largo plazo, como consecuencia del aumento de la deuda nacional.
Así, con una creciente deuda nacional, económica y financieramente, será difícil sustentar, por muchas décadas, a lo largo de todo el siglo XXI, un imperio, con cerca de 909 bases militares, ostensivas y secretas, instaladas en 46 países y territorios, y dos guerras – Irak y Afganistán – cuyos costos totales ascienden de U$S 2,7 trillones, en términos estrictamente presupuestales, a un monto de U$S 5 trillones, en términos económicos, según los cálculos de Joseph E. Stiglitz. El poderío militar de Estados Unidos, basado, sobre todo, en las armas nucleares y en los misiles de larga distancia, más que en las tropas terrestres, ya no puede garantizarles la hegemonía. Pero, por cierto el siglo XXI no será The New American Century, el nuevo siglo de Estados Unidos, según pretendían y quieren los neoconservadores que apoyaron al presidente George W. Bush.

– ¿A un año del gobierno de Obama se pueden mantener expectativas y esperanzas de cambios significativos?

– Con relación a la esperanza en torno a la figura de Barack Obama, no se pueden tener ilusiones en cuanto a lo que pueda hacer en el gobierno. Los pueblos de América del Sur no pueden esperar mucho, porque necesariamente él va a defender los intereses nacionales de los Estados Unidos, que son los intereses incoercibles de un imperio. Un presidente de cualquier república, con instituciones fuertes, como los Estados Unidos, no puede hacer lo que quiere, sino lo que puede, dentro de las condiciones y circunstancias que se le presentan. Y el presidente Barack Obama se enfrenta a la resistencia y oposición de los factores y relaciones reales de poder, dentro de la sociedad y del aparato de Estado, en Washington. En términos de directrices políticas, las diferencias entre el gobierno de Barack Obama y el de su antecesor George Bush, no son fundamentales, en la práctica, debido a las relaciones reales de poder en los Estados Unidos. El hecho es que el Pentágono está influyendo más sobre la política internacional de Estados Unidos que el Departamento de Estado. Y no se puede descartar la hipótesis de que el gobierno del presidente Barack Obama no llegue al fin. Esta es la forma por la cual se procesan los golpes en Estados Unidos.

Luiz Alberto Moniz Bandeira es cientista político, historiador, profesor titular jubilado de la Universidad de Brasilia y autor de más de doce libros, entre las cuales se encuentra “Formación del Imperio Americano – De la guerra contra España a la guerra en Irak, Argentina Brasil y Estados Unidos – De la Triple Alianza al Mercosur. Columnista regular de La ONDA digital, escribe para diversos periódicos y diarios de Brasil y el mundo. Actualmente, reside en Alemania.
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